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El surgimiento e Historia de la Alquimia

Publicado por Mónica González

La alquimia comenzó a desarrollarse entorno del siglo III A.C. en la región de Alejandría y se extinguió casi por completo en el siglo XVI. Su existencia se dio por la mezcla de tres corrientes: filosofía griega, misticismo oriental y tecnología egipcia.

Su principal objetivo era obtener la piedra filosofal (capaz de transformar cualquier metal en oro) y a pesar de no haber alcanzado este objetivo, su importancia fue muy grande en la química gracias a los avances experimentales alcanzados en este período, como el desarrollo de técnicas de destilación, preparación de ácidos como el nítrico y agua regia (mezcla de ácido clorhídrico y nítrico capaz de disolver el oro) fabricación de jabones blandos, avance de la metalurgia entre otros.

Por causa de sus orígenes, la alquimia siempre tuvo un carácter místico asociado a su existencia y no era raro invocar dioses y demonios favorables a las operaciones químicas deseadas.

Por este motivo, los alquimistas fueron acusados muchas veces de hacer pactos con demonios, acusados y quemados vivos por la Inquisición de la Iglesia Católica.

Para los legos, cualquier operación química era considerada algo sobrenatural y debido a estas persecuciones los alquimistas fueron separándose de la sociedad y los rituales alquímicos mantenidos en secreto siendo que el propio compromiso solo era posible a través de juramentos como el que sigue:

“Yo te hago jurar por los cielos, por la Tierra, por la luz y por las tinieblas; Yo te hago jurar por el fuego, por el aire, por la Tierra y por el agua; Yo te hago jurar por el más alto de los cielos, por las profundidades de la Tierra y por el abismo del Tártaro; Yo te hago jurar por Mercurio y por Anubis, por el rugido del dragón KerKoruburus y por el ladrido del Perro Cancerbero, guardián del Infierno; Yo ten conjuro por las tres Parcas, por las tres furias y por la espada a no revelar a persona alguna nuestras teorías y técnicas”.

Como se observa por el texto más arriba era realmente un “club selecto” cuya entrada significaba mantener secreto por toda la vida del alquimista, motivo por el cual se creía que muchos trabajos hechos fueron perdidos e inclusive destruidos por ellos mismos.

Por otra parte, existían también en estos medios muchos charlatanes e impostores que buscaban aprovecharse del ocultismo alquímico e inclusive de vender fórmulas de fabricación de la piedra filosofal como la de Ortholain en 1358:

“Se hace durante 12 días digerir, dentro del estiércol de caballo, jugos mercuriales de púrpura y de celidonia. Al fin de este tiempo se obtiene un jugo rojizo. Este jugo obtenido es nuevamente colocado en estiércol de caballo; Tal operación debe ser realizada con particular cuidado: se deja el estiércol nutrirse con el jugo rojizo hasta que se vuelva corpulento y semejante a un tumor; Se coloca la mezcla en un frasco tapado y se lleva al fuego, enseguida de haber matado al animal que produjo el estiércol, hasta que todo el material quede reducido a un fino polvo; Este polvo debe ser mezclado con aceite de vitriolo (ácido sulfúrico) hasta obtenerse una consistencia pastosa. Como ensayo, se dispensa una parte de esta masa sobre plomo fundido, si este se transforma en oro puro, entonces la experiencia está perfecta”.

A finales del siglo XVI, los últimos alquimistas, desesperados y perseguidos por la Inquisición y liderados por Rosen Kreutz, formaron una sociedad secreta en la época que perdura hasta los días de hoy, denominada la orden de la Rosa Cruz.

A pesar de la codicia por el oro haber transformado muchos alquimistas y filósofos en frenéticos especuladores, tanto que algunos llegaron a transformarse en acuñadores de monedas falsas, la alquimia fue responsable por gran parte del desarrollo de los equipamiento de laboratorios e importantísima para mejorar las técnicas de producción de muchas sustancias químicas.