Dióxido de Azufre
El dióxido de azufre, también conocido comercialmente como Anhídrico sulfuroso o Ácido sulfuroso, es un compuesto que se encuentra muy comúnmente en la naturaleza.
Es emitido por combustiones o reacciones de vulcanismo y a causa de la quema de componentes que tienen un gran índice de compuestos sulfurosos, es uno de los que más ha tenido impacto en el medio ambiente, siempre manipulado por el hombre.
Los usos más comunes y más contaminantes que le damos a este componente es en la utilización de combustibles fósiles, las usinas eléctricas, calefacción a distancia y la industria de la metalúrgica es una de las que más utiliza el dióxido de azufre.
Es un producto que se obtiene a partir de la pirita, las menas de sulfuro de metales no ferrosos, la anhidrita y los gases fumantes, del yeso y del azufre elemental. Es un elemento altamente tóxico que tiene efectos adversos que varían entre los mamíferos y las plantas.
En los humanos y animales mamíferos, genera una irritación de los órganos respiratorios, lo que provoca dificultades para respirar, edemas pulmonares, bronquitis, formación de ácido sulfuroso en las capas de mucosa húmeda, lo que deriva en un paro cardíaco y finalmente un colapso respiratorio.
En la vista, genera opacamiento de la córnea, más conocida como queratitis. En cuanto a las plantas, sufren algo similar. El dióxido de azufre penetra en ellas a través de las hojas y afecta el mecanismo de apertura de los poros, alterando así el proceso fisiológico y Bioquímico de la fotosíntesis (respiración y transpiración de la planta).
Además produce lesiones indirectas como la acumulación de ácidos en el suelo, lo que deriva en lesiones internas que alteran el crecimiento de la planta.
Al ser un componente que se encuentra con mucha facilidad en la naturaleza, es de una peligrosidad importante para el medio ambiente.
En el agua, por ejemplo, el dióxido de azufre termina siendo un ácido fuerte que puede ser altamente nocivo, por lo que muchos países, como Alemania, lo han declarado como una de las principales amenazas hacia los cuerpos acuíferos subterráneos y externos.
El aire también puede ser blanco de una cantidad de dióxido de azufre que lo vuelva nocivo y hasta mortal. Al provenir de aerosoles y quema de productos combustibles, el dióxido de azufre permanece en la atmósfera y, si no se presentan precipitaciones constantes, puede llegar a acumularse en una alta cantidad que puede derivar en una lluvia ácida.
Es un elemento que se oxida muy rápidamente, y a causa de esto, genera una gran relevancia y puede despertar una gran amenaza para el medio ambiente, como bien ya lo aclaramos.