Química
Inicio General, Propiedades Control de la corrosión

Control de la corrosión

Publicado por Ángeles Méndez

En la actualidad se conocen diferentes formas de combatir la corrosión. Es útil hacer una introducción previa en las protecciones catódicas y anódicas antes de adentrarnos en el mundo de la prevención corrosiva.

La protección de tipo catódica, tiene lugar cuando una sustancia metálica se encuentra obligada a hacer el papel de cátodo en una celda de tipo corrosiva pegándose a un metal que sea más fácil de corroer, de manera que éste proceda a corroerse antes que el metal que intentamos proteger. Uno de estos tipos de corrosión por protección es la llamada, galvanización, donde se recubre un metal con otro metal para que el de fuera se proceda a corroerse antes, de manera que el que se encuentra en el exterior, es denominado ánodo sacrificado, pues se ve forzado a corroerse antes para preservar al metal protegido.

En el caso de la protección anódica, ésta es parecida a la anterior protección pero en este caso se recubre el metal con una capa de óxido en vez de con otro metal como en el caso anterior. Hay metales, que realizan este proceso de forma natural, como le ocurre al aluminio, que en contacto con el medio ambiente forma una capa protectora de óxido que hace que dicho metal sea más resistente a la corrosión por si sólo.

Además de estas protecciones, también existen otros métodos para combatir la corrosión. Por ejemplo, el uso de inhibidores de corrosión, que son sustancias que, cuando se añaden en pequeñas cantidades a un medio corrosivo, reducen o eliminan la corrosión. Estos inhibidores pueden ser orgánicos o inorgánicos y su selección depende del tipo de metal a proteger y del medio corrosivo.

Otra técnica muy utilizada es el recubrimiento con pinturas anticorrosivas. Estas pinturas contienen pigmentos que proporcionan una barrera física entre el metal y el medio corrosivo, impidiendo así la corrosión. Algunos de estos pigmentos pueden ser óxidos metálicos, fosfatos, cromatos, entre otros.

Para realizar la selección ideal de los materiales tenemos que seguir una serie de reglas:

– Utilizaremos aleaciones de níquel y cromo cuando trabajemos con ácidos u otras soluciones que no posean aire en su composición.

– Para oxidantes usaremos aleaciones con contenido en cromo.

– Cuando tratemos sustancias altamente oxidantes, es útil usar aleaciones de titanio.

– Todos los utensilios cerámicos tienen una alta resistencia a la corrosión, así como a las temperaturas elevadas, pero en contrapunto son bastante fácil de sufrir roturas, por lo que su uso se limita a procesos donde no haya facilidad de rotura.

Existen numerosos tipos de recubrimientos para preservar una sustancia de la corrosión:

Cuando la corrosión, o el riesgo de éste es muy alto, se suele hacer uso de la sustancia conocida como Aclad. El Aclad es una sustancia forjada, que se encuentra constituida por un núcleo constituido por aluminio y que en superficie recubierta de aluminio o una aleación de éste, con lo que se protege el núcleo de las posibles corrosiones.

Cuando tratamos con recubrimientos de tipo inorgánico, solemos utilizar sustancias como el vidrio o los productos cerámicos, lo que da un acabado duradero. En cuanto a los recubrimientos orgánicos, se suelen usar pinturas de diferentes tipos, barniz y diferentes polímeros. Dichos materiales o sustancias proporcionan una protección duradera para los metales contra la corrosión. De hecho, las protecciones de tipo orgánicas, para los metales suelen ser mucho más efectivas que otros tipos de métodos.

En general, con lo conocido en la actualidad y siguiendo unas básicas ideas, podemos prevenir de manera sencilla la corrosión, así pues, debemos tener en cuenta el tipo de corrosión y lo penetrante de esta, conociendo el espesor del material a tratar. Por lo general es mejor utilizar recipientes soldados que aquellos que se encuentren con parches para evitar que en las grietas se produzca corrosión. Debemos usar como manera preferente metales que sean muy parecidos galvánicamente hablando, para prevenir la corrosión. Así, si atornillamos metales con tornillos que no son similares se puede utilizar una arandela intermedia que si lo sea. Y cuando tratamos por ejemplo con sistemas para el mantenimiento de la temperatura en un lugar, debemos intentar que el sistema no tenga puntos especialmente calientes, pues la corrosión se produce también por los cambios del calor.

Además, es importante tener en cuenta que la corrosión puede ser influenciada por factores externos como la presencia de microorganismos. Estos pueden acelerar la corrosión al producir sustancias que aumentan la reactividad del metal. Por lo tanto, en ciertos casos, puede ser necesario el uso de biocidas para controlar la proliferación de estos microorganismos y reducir su impacto en la corrosión.

Finalmente, es importante mencionar que la prevención de la corrosión no solo se basa en la selección de materiales y recubrimientos adecuados, sino también en el diseño adecuado de las estructuras y en la implementación de programas de mantenimiento preventivo. Estos deben incluir inspecciones periódicas para detectar signos tempranos de corrosión y tomar las medidas correctivas necesarias.