Dicloro Difenil Tricloroetano (DDT)
El Dicloro Difenil Tricloroetano, con su fórmula (ClC6H4)2CH(CCl3), es un compuesto de tipo organoclorado, que se ha convertido en uno de los principales y más conocidos insecticidas. Es de tipo cristalino e incoloro, bastante soluble tanto en grasas como en disolventes de tipo orgánico, pero posee la peculiaridad o punto negativo, de ser prácticamente insoluble en el agua.
En 1939, Paul Müller, un químico suizo, que fue premio Nobel en el año 1948, consiguió sintetizar el compuesto 1,1-bis (4-clorofenil)-2, 2,2-tricloroetano, más conocido como DDT. Este compuesto rápidamente se manifestó como un potente insecticida, que era mucho más efectivo y menos tóxico para los seres humanos, que los insecticidas que se encontraban basados en compuestos derivados del arsénico o el plomo, muy usados por aquel entonces.
El DDT dio origen a la industria moderna de los plaguicidas, y su aplicación redujo drásticamente la malaria en el mundo, al poder actuar sobre el mosquito causante de la transmisión de la enfermedad, ha salvado millones de vidas humanas. Sin embargo, al cabo de algunos años de su utilización, se vio que al ser un hidrocarburo clorado, era poco soluble en el agua, a la vez que muy resistente a la degradación, a parte de ser altamente soluble en grasas por lo que se almacena en los tejidos grasos, así como en la leche de los seres vivos, por lo que pasa a la cadena alimentaria o cadenas tróficas, con lo que tuvo que prohibirse su utilización.
Además de su impacto en la cadena alimentaria, el DDT también ha demostrado tener efectos perjudiciales en el medio ambiente. Se ha observado que el DDT puede acumularse en los sedimentos de los ríos y lagos, lo que puede tener efectos tóxicos en la vida acuática. También se ha demostrado que el DDT puede tener un impacto negativo en la diversidad de especies en los ecosistemas en los que se utiliza.
Por otra parte, el DDT interfiere en la capacidad de reproducción de las aves, pues produce huevos con cáscaras demasiado delgadas, hecho del cual llegó a decirse que de continuar con su utilización, podría llegar a exterminar a todas las aves del planeta. También con el tiempo, algunos insectos se hicieron resistentes al DDT, no siendo del todo efectivo para la eliminación de estos.
Los beneficios del DDT han sido muy importantes, pero la identificación de los puntos negativos anteriormente señalados ha hecho necesaria la investigación exhaustiva y desarrollo de nuevos insecticidas bastante más específicos, que además se consiguieran degradar de manera más sencilla en el medio ambiente, en un plazo de pocos días o semanas, como son los insecticidas que se usan en la actualidad, como por ejemplo el malatión, un insecticida que consigue degradarse con rapidez en fragmentos que son prácticamente inocuos.
El DDT se obtiene a través de una síntesis relativamente sencilla de sustancias con poco coste económico, cosa que lo hacía aún más interesante. Se conseguía por condensación del cloral o tricloroacetaldehído, con un exceso de clorobenceno, y en presencia de cloruro de aluminio u oleum, que actuaba como catalizador. Seguidamente se purificaba el producto, con grandes cantidades de agua, con la finalidad que el DDT se desprendiese de sus impurezas.
Tanto su utilización como su prohibición en el año 1972, fue tema de gran debate y polémica, con grandes detractores y defensores, llegando incluso a ser best seller un libro que hablaba sobre sus peligros ecológicos, bajo el título “Primavera Silenciosa” de Rachel Carson. Este libro fue fundamental para aumentar la conciencia pública sobre los peligros ambientales del DDT y otros pesticidas, y jugó un papel importante en la eventual prohibición del DDT en muchos países.